🌿 Nuestra historia: cómo nació La Granjita de Conejino
Un día de abril de 2018, en Valparaíso, donde los cerros se entrelazan, las calles se
angostan y la vida siempre parece un poco más intensa, nació La Granjita de Conejino.

Todo comenzó con dos traviesos conejitos: Leviatán y Gruñón. Ellos no solo eran mis compañeros de vida, también fueron el origen de todo. En ese entonces, yo estaba en mi casa, con un puñado de alfalfa en las manos, mirándolos saltar y pensando:
“¿Qué puedo hacer para entretener a estos peludos revoltosos?"

Así, casi sin darme cuenta, hice mis primeras bolitas de alfalfa. Eran simples, artesanales, hechas con cariño… y se convirtieron rápidamente en la sensación de mi mini grupito de seguidores. Sin saberlo, ese fue el primer paso de lo que después se transformaría en un pequeño —y muy intenso— imperio conejil.
Un cambio forzado que se volvió propósito.
Ese mismo año tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida: renuncié a mi trabajo como profesora de Lenguaje y Comunicación luego de vivir una experiencia de acoso laboral. Quedé cesante a mitad de año, en la peor fecha posible para buscar trabajo como profesora. Fue un momento duro, de mucha incertidumbre. Pasé por un episodio de agorafobia.

Para salir adelante, comencé a vender algunas cosas desde mi casa. Abrí un Instagram de pinturas y costura llamado “Leviatán Creaciones” y, casi en paralelo, un blog donde subía fotos de mis coneijtos: "La Granjita de Conejino".
Un día, cuando ya tenía algunos seguidores solo por subir fotos de conejos (porque sí, los conejos unen 💕), se me ocurrió ir un poco más allá: crear productos para ellos.
Los primeros productos (y los primeros errores)

Hice bolitas de heno de alfalfa, palitos para roer y galletas horneadas. Armé kits, hice solo 10, y esa misma noche se vendieron todos.
Fue un éxito miniatura, instantáneo… aunque no todo era perfecto. Mis primeras galletas era, siendo honestas, un fiasco: al estar horneadas, no duraban más de una semana en buen estado, pero este pequeño gran éxito me dio justo lo que yo necesitaba: ilusión y ánimo para mejorar, investigar, estudiar, equivocarme y volver a intentar.
Desde ese momento, ya nadie me detuvo. Me sumergí de lleno en este mundo, compré mi primera deshidratadora, perfeccioné recetas y empecé a especializarme cada vez más.
Cuando la vocación se encuentra con la ciencia
En 2018 también conocí a Estephanie Suárez, de Clínica Veterinaria Los Pinos.

Conectamos de inmediato, porque nos unía un mismo propósito:
Hacer del mundo un lugar más suave para los conejitos y pequeños roedores.
Estephanie creyó profundamente en mis ideas, y yo me nutrí enormemente de su experiencia y de las necesidades reales de sus pacientes, muchos de ellos con condiciones médicas especiales. Juntas comenzamos a formular una línea de productos fitoterapéuticos, pensados desde el amor, pero también desde el conocimiento.
De un living a una fábrica con corazón

Ese mismo año ganamos un fondo Sercotec, lo que nos permitió formalizarnos como empresa. A partir de ahí, comenzamos a distribuir nuestros productos en clínicas veterinarias y petshops.
La demanda creció tanto que ya no cabíamos en casa:
mi living se había transformado en fábrica, y la fábrica se estaba tomando toda la casa. Así que dimos otro gran paso: arrendamos una nueva casa exclusivamente para producir.
Y así, paso a paso, con errores, aprendizajes, mucho amor y toneladas de heno, La Granjita de Conejino fue creciendo.
Hoy seguimos aquí, con el mismo corazón

Hoy, La Granjita de Conejino sigue siendo lo mismo que fue en ese inicio:
un proyecto nacido desde el amor profundo por los animales, el respeto por sus necesidades reales y el deseo de crear productos naturales, honestos y pensados con propósito.
Seguimos creyendo que los pequeños animales merecen calidad de vida, bienestar y un vínculo consciente con quienes los cuidan.

Seguimos trabajando para hacer del mundo un lugar más suave, un conejito a la vez 🐰✨
Gracias por ser parte de esta historia.
Con cariño,
La Granjita de Conejino 💚